Gonzalo Cordero de Ciria
Miradas no naturales
04 – 14 MAY 06
La mirada es, en sí, natural. Es uno de nuestros cinco sentidos, uno de nuestros medios de conexión con lo exterior. Eso no quita que, como se ha escrito abundantemente, la mirada, como cualquiera de nuestros otros sentidos, sea poco de fiar. No podemos confiar en “la verdad” de nuestra mirada ni en la veracidad de lo exterior y esto sólo confirma la relación de la mirada como un hecho natural.
El principio de este trabajo radica en el proceso por el cual esta relación se rompe. En que nuestro cerebro asimila, al verlo, un objeto como algo natural, cuando dicha imagen no es propia de nuestro ser físico.
Hoy en día nuestra visión y nuestro contacto con la naturaleza se produce, para la mayoría de nosotros, a 120 km/h, o desde la ventanilla de un tren o de un avión. Nuestra visión es, pues, completamente distinta a aquella que podría tenerse hace escasamente un siglo.
Por mucho que nuestro cerebro le dé el status de “natural” al haber sido visto, no lo es.
Obtenemos otra percepción principalmente por un aspecto nuevo, la fugacidad; esta visión implica desplazamiento y un tiempo limitado de percepción que, por fuerza, es contraria a la inmutabilidad intelectual del paisaje romántico o a los cambios lumínicos del paisaje impresionista.
En segundo lugar, el paisaje percibido es, en sí, poco natural. Paisajes de carretera, alteraciones geográficas del trazado visto desde el aire… nuestro entorno deviene algo plenamente humano.
¿Por qué, pues, pintar estas imágenes? Porque la pintura termina de despojar a estas imágenes completamente de cualquier rasgo de veracidad. Porque lo importante no son las imágenes en sí, paisajes de carretera, luces, fragmentos, manchas topográficas, sino el hecho de detenerse ante ellas, el hecho de mirarlas.